9 de enero de 2014

Precipicios inevitables


Hace mucho tiempo no creía en el amor, no creía en ese sentimiento que te ciega por completo. Recuerdo que hubo un chico, que estuvo muchísimo tiempo enamorado de mí. Alguna vez lo he contado, pero toda esa historia quedó ahí porque cuando creí que nunca me fallaría, me falló. Todo esto me hizo estar aun más segura de que eso de estar "enamorado", muchos chicos, no saben lo que es. Comprendí lo fácil que algunas veces resultaba dejar todo lo que sentía por mí, todo aquello que guardó durante 5 años ahí olvidado a causa de una tercera persona que, por desgracia, acabó jugando con él; lo utilizó. 

Ese fue el primer chico con el que me besé, estaba insegura, no sabía qué sentía; tan solo sabía que no era algo tan fuerte como lo que él sentía por mí. Tras dejarlo, en esa misma semana apareció esa segunda chica. Muchos dirán que no importaba, que no estábamos juntos pero, a mí me dolió. Le pedí paciencia y tiempo para llegar a sentir algo realmente fuerte. No aguantó. Al poco tiempo, volvimos y mi desconfianza se apoderaba siempre de mí. ¿Cómo iba a saber que no lo repetiría? ¿Cómo iba a estar segura? Todo eso se llegó a reflejar en frialdad y distanciamiento, pero hubo un nuevo beso en cierta playa, hará ya casi cuatro años. Ahí quedó, con poco tiempo supimos volver a ser amigos, siempre tuvimos una amistad muy especial  y hace poco, de sus labios escuché que lo que sintió conmigo en aquel simple beso, no lo sintió con la otra chica. En mí veía ese futuro que todo chico deseaba y reconoció lo imbécil que fue y el error que cometió.

Seguramente me hubiera hecho feliz y hubiéramos luchado, pero algo me decía que aquel chico no era ese "primer amor" para mí. Ese chico no me había hecho creer que ese estado tan perfecto de felicidad existía. No pudo. No le culpo. Simplemente, no era él.

Con el tiempo, apareció otra persona. Un chico que creí que me entendía, que podía saber todo de mí, de mis miedos, de esa parte que le ocultaba al mundo. La aceptó. Confié en él. Vio cada punto débil de mí pero, tal vez nos equivocamos. Yo solo le quería de forma diferente porque se había vuelto necesario en mi vida, en mis desahogos. Él acabó enamorado de mí. Nunca entenderé por qué pero por lo poco que llegué a saber, era porque podía entenderle sin juzgarle, podía ver esa parte que ocultaba detrás de una triste máscara que acababa por los suelos en mi presencia. Me regaló buenos momentos, una azotea, las estrellas, un "Te quiero" inesperado pero tan solo obtuvo un silencio. Sabía perfectamente que yo no sentía aquello. Me dolió no saber corresponder a aquello. Acabó desapareciendo de golpe y es cierto que le busqué. Con el tiempo apareció nuevamente en mi vida y me explicó las razones de su ida, ese sentimiento no le dejaba. Una vez, por poco me besó, hubiese sido fácil pero no le dejé. No quería sus labios. No quería hacerle más daño. Me retiré pero acabé diciéndole qué sentía. Creía que volvería a ser aquella persona que me salvaría, que me acompañaría en esa soledad que no quería compartir. Pero, nuevamente, movió los hilos y me dejó tirada en el suelo. Sola. Cuando le necesitaba. 

Volví a sentir que las palabras parecían no significar nada para el resto del mundo. Parecía que yo solo era la que confiaba en ellas y en un "¿Te da miedo que aparezca de pronto y solo quiera cuidarte?" Supongo que siempre tuve miedo pero en aquel momento se incrementó al comprender que debía mantenerme yo sola y que nadie iba a ocupar ese vacío que había sentido por tanto tiempo en mi misma. Ese vacío que solo podía llenar la presencia de alguien. En aquellos días, recuerdo que me ahogaba. Recuerdo que la sonrisa no aparecía en mis labios pero no pasaría mucho tiempo hasta que , si, tú (si es que me lees), apareciste.

Siempre recuerdo aquellos días, aquel dos de abril del 2012 en el que te vi por primera vez en el aeropuerto. Apenas sabía de ti. Apenas habíamos compartido palabras. Al verte, algo en mí nació. En aquellos días no lo entendí o preferí no entenderlo. Pasamos cuatro días increíbles. Habías causado en mí mil sensaciones en poco tiempo y no sabía porqué pero siempre quería tenerte cerca. Íbamos por las calles cogidos de la mano, íbamos mirándonos como tontos, ibas sonriendo y yo me iba perdiendo. Iba comprendiendo que acabarías siendo especial en mi vida y no sabía ni cómo. Un absurdo "Eres una rompecorazones, pero conmigo no pasará. Me debes una cita" me pareció lo más raro que me habían dicho, la cita que más inesperada podía haber.

Aquella noche en la playa, algo se hizo más fuerte. Te abracé de una forma que creí que nunca abrazaría a nadie, con ganas, sin intención de soltarte. Hacía frío y me diste tu chaqueta, esa verde, esa que tanto me gustaba. La última noche dormía en la cama de arriba junto a una amiga y mi brazo cayó lentamente por el lateral de la cama. Nuestra amiga se marchó y tú me acariciaste el brazo. De pronto me dijiste "Baja, anda... Ven aquí conmigo". No me lo pensé. Para qué. Estaba deseando estar cerca de ti.

Serían las 4 de la mañana cuando estábamos los dos en aquella cama, abrazados y tan cerca el uno del otro que con un mísero movimiento, nuestros labios se hubieran encontrado. Pero teníamos miedo a aquel sentimiento que estaba surgiendo que no tenía ninguna explicación. 
¿Desde cuando un sentimiento podía razonarse?
Recuerdo que no paré de acariciarte en todo el tiempo que estuvimos juntos, tu cabello me encantaba y quedarme muy pegada a ti en el abrazo, me podía. ¿De dónde salía aquella sensación que me tentaba tanto contigo? Para mí, eras increíble. Esa facilidad que tenías de llevarme, esa facilidad de sacarme una sonrisa... ¿Quién te había dado los secretos para sacar en mí esa sonrisa tan sincera que incluso mis ojos acompañaban?
El momento de tu ida fue muy duro... No quería separarme de ti. No quería dejar de verte. Quería que el tiempo se parara en aquel instante para los dos. Pero no desapareciste, hablábamos por muchos sitios y fue naciendo un sentimiento extraño. Me iba acostumbrando a ti y nunca quise hacerlo. 
Tú no dejabas de poner impedimentos. Decías no creer en relaciones a distancia... Decías tantas cosas. Pero yo te encantaba y tú me lo dijiste. Te encantaba despeinada, en pijama. Te encantaba hablarme. Te encantaba cómo te cuidaba. Te encantaba mi personalidad. Te encantaba que te salvara de todo aquello que no conseguías salir solo. Te encantaba decirme tonterías y picarme. Te encantaban mis detalles como levantarme a las 5 de la mañana solo para desearte un buen viaje... Sencillamente te encantaba...

Unas vacaciones se precipitaban lentamente. Un "eres especial para mí, un tema del que no quiero hablar... Y si hablo, será cuando estés aquí" me dejó intrigada. ¿Por qué era especial? Supongo que no quería creer que podías sentir algo por mí. Supongo que desconfiaba demasiado, las malas experiencias, qué te voy a contar. Las palabras, en aquel entonces, solo podían ser ciertas si salían de mí pero si venía de alguien ajeno, me costaba creer cualquier cosa.

Inesperadamente una vez llegué a decírtelo. ¿Recuerdas el qué? Sencillamente habías ocupado un sitio en mi vida que no había logrado ocupar nadie. Un hueco en mi corazón en el que solo encajabas tú y nadie más. Un sitio hecho a tu medida. A tu forma de sonreirme. A tu forma de hablarme. A tu forma de tratarme. A tu forma de mirarme. A tu forma de acariciarme. A tu forma de hacer el tonto con tal de que sonriera... Tantos y tantos detalles... No sé. Me hacías feliz. La sonrisa me acompañaba cada día y mis amigos solo se preguntaban el secreto que habías descubierto para hacerme la chica más feliz aun estando a kilómetros de distancia. Eras tú tan solo para mí. Podía pasarme noches en vela solo por querer hablar contigo. Podía hacer malabares para conseguir cualquier cosa que estuviera relacionada contigo... Me gustabas, me encantabas. Demasiado. Sobraba lo demás... 

Cuando nos volvimos a ver, toda aquella historia que quedó suspendida en aquel tiempo en el que te conocí por primera vez, volvió a surgir. Ese nerviosismo. Esos momentos en los que estábamos solo los dos y no sabíamos qué hacer... Al llegar la noche, si resumo nuestra historia, me besaste. Si era un sueño, te prometo, no quería que me despertara nadie, jamás. Aquella calidez, tus labios tan cómplices de los míos. Tus ganas, tu sonrisa, tus dientes chocando. Tu respiración acelerada, tus manos, tus abrazos... Comprendí que eras lo que buscaba y tenía miedo de que acabara y la última noche me dijiste que me querías...Sí. Querías a aquella chica que estaba tan lejos de ti, aquella chica que te demostraba lo que sentía, aquella dispuesta a darlo todo. No obtuviste respuesta y tuve miedo. ¿Creerías que no sentía nada por ti? Mil palabras podía pronunciar pero, en aquella cama, de noche, mientras tú te encontrabas encima mía, me aferré a tu cuello y te dije "Quizás es demasiado pronto... Pero no me importa... Te quiero". Aquel momento quedaría guardado en mi memoria y lo recordaría. Quizás habría sonado algo tonta, pero te quería. Tus siguientes besos fueron aún más perfectos. 

Aquella historia tan perfecta me hizo  creer en esa idea del amor, en ese primer amor que revuelve todo tu ser y te hace ver lo mejor de los días cuando era a tu lado, lo bonito que era tener a alguien que aceptara todo de ti, tu pasado, tu presente y quería un futuro contigo. Lo increíble que resultaba que el caos que era como chica, lo arreglaras en tan poco tiempo. Eres mi primer amor. Ese que recordaré siempre, ese que contaré. Ese que me hizo ver la felicidad, me hizo comprenderla, me hizo amar, desear, ser amada, ser deseada, comprendida. Me hizo ver todo lo que puedo dar. Te quiero, sí, te quiero. Por cosas como estas, por una historia así, no puedo odiarte. No puedo decir que me arrepiento. Te quiero.
Aunque la historia acabó, como acaban los cuentos pero sin final feliz. Si fuera feliz, no habría final para nosotros. Pero un 24 de junio se acabó. Prometimos tantas cosas aquellos días... Prometimos sentir tantas cosas... Aguantar tanto. Prometimos seguir ahí. Pero solo yo me quedé... Y, así, no íbamos a ningún sitio.

Si hay o no una puerta para seguir, te prometo que está abierta complétamente solo para ti. Por si vuelves pero... Debo avisarte. Hay una cadena. Una cadena que me hace estar nuevamente insegura ante tus palabras, ante el creerte. Te creí siempre y prometí creerte. Nunca me habías demostrado tener que hacer lo contrario y sí, me quisiste con locura. Lo sé, mi vida. Créeme que lo sé. Pero fueron otros tiempos para ti. Los siguientes meses nos apagaron por completo y, pese a mis esfuerzos, ese algo que tanto te hacía sentir  por mi, parece haberse extinguido. No te culpo. Los sentimientos son así, cambian. Quizás te culpo por otras cosas pero son cosas que si te paras a leer ya conoces.

No importa, de verdad. Fuiste y serás la historia más bonita, mi más preciada casualidad. Lo mejor desde que apareciste a mis 18 años, lo mejor de mis 19 y lo mejor durante mucho tiempo. Te quiero y aunque a veces la fuerza se me vaya, lo siento... No puedo decirte que vuelvas, ya lo sabes. Si me quieres, si te importo, si me necesitas, quizás cambiarás. Quizás tendrás que volverme a ganar, a descubrir todo por lo que me enamoré en aquellos días de ti pero, es difícil y dudo, no sé porqué, de que no harías tanto esfuerzo y que quizás ya no volverás a sentir nada por mí. ¿Para qué ibas a retroceder en la historia y continuar desde donde lo dejamos si puedes escribir otros capítulos en los que no aparezco? No lo sé. Mientras, como ves, aunque no hablemos, aunque no aparezca por las redes, aquí sigo, pensándote. Sintiéndote con ciertos cambios pero queriéndote a mi manera, o quizás de otra manera. No como antes. Tenías razón... Y quizás la gente también al decir que hasta la persona más enamorada se cansa de dar.

Por ahora, volver a confiar en cualquier otra persona que no seas tú me resultará muy difícil. Ojalá nunca me hubieras faltado. Ojalá nunca me hubieras dejado sola cuando más te necesitaba porque quizás tú no me necesitabas a mí, no necesitabas nada porque te lo había dado todo pero... Quizás yo necesitaba tenerte cerca, saber que seguías ahí... Supongo que por eso de vez en cuando me quejaba. Porque no estabas ya tan solo para mí, la chica que solo quería cuidarte, dártelo todo, hacerte feliz y quererte como nadie te había querido jamás en tan poco tiempo. Ojalá nunca me hubieras defraudado. Ojalá hubieras sabido quedarte a mi lado para ayudarte en los problemas. Ojalá no hubieras decidido superar las cosas solo porque, en ese momento, dejaste atrás nuestra historia. Me dejaste atrás. Sigo en ese punto sin saber si andar o si quedarme quieta viendo cómo la gente pasa ajena a mí y me miran sintiendo que estoy perdiendo mi tiempo en estas letras. Ojalá fuera fácil creerte como en aquellos días. Ojalá supieras seguir el camino de regreso a mis labios. Ojalá hubiera algo de normalidad en todo esto... Pero no, no somos buenos una vez que no somos pareja y quizás, ya tampoco tengamos la capacidad de ser amigos. Te quiero y me niego a ser una más, una cualquiera. Me niego, lo siento. Hice demasiado para verme como una más.



¿Sabes? Hay precipicios inevitables, que escapan de nuestros ojos y sólo vemos cuando ya estamos cayendo por ellos. Inevitables, he dicho. Porque me estoy desangrando mientras intento fingir que todo va bien. Y empiezo a pensar en perderme lejos. No sé a dónde. Sólo lejos. Pero, me pregunto, cuándo va a empezar a ser lejos y cuándo estaré lo suficientemente cerca de lo que necesito. Quiero decir, ¿dónde empieza cualquier otro principio?


¿Dónde estás?

Ojalá estuvieras. Ojalá vieras. Ojalá...aunque ya no deba. Aunque ya no deba querer que regreses. Aunque ya deba pensar que algún día te arrepentirás. Merezco la pena, ¿no? O eso decías. ¿Qué haces que no estás aquí? ¿Qué haces que no te guardas todo ese orgullo? ¿Qué haces sin mi?


P.D: Ya ves, no me da miedo volver a escribirte aunque ya no estés para mí.


1 comentario:

  1. Como siempre, sin palabras, precioso, pero como siempre digo también triste. No sé que haría yo si me pasara eso, no se. Supongo que depende de cada persona, de nosoros mismos, de lo que somos, de dejarnos llevar y pensar que si se fue, es porque tenía que ser asi, o sino, luchar, luchar hasta volver a conseguir todo lo que un día fue y ya no lo es más.

    ResponderEliminar