26 de noviembre de 2013

Mi razón tiende a cero


No sé cómo lo haces, siempre que vuelves me revuelves los esquemas, me los rompes... Me siento tan bien cuando hablamos como siempre, con cada cosa, con cada detalle por tonto que sea... Pero a la vez me siento imbécil, me dejo llevar como si me recostara en el mar y me dejara llevar allí donde las olas quisieran, a cualquier sitio con tal de escapar de la realidad que tengo que ver cada día, esa tan vacía, esa tan extraña desde que te fuiste. Me siento como colilla entre tus labios, esa que en cuanto consumes dejas atrás porque ya no sirve, ¿para qué conservarla? Después de ser haber sido esa colilla quizás me convertí en el humo que escapa de tu boca... Puedo ser tantas y tantas cosas, pero todas las que desaparecen, ¿te das cuenta?
Me voy sin dejar rastro, me voy pudiendo ser reemplazada, me voy sin que consigas volverme a sujetar fuerte para que no me escape de tu lado. Ojalá regresara ese chico para el que era una prioridad y no una opción, aquel que sabe el caos que guardo y aun así se queda a mi lado para protegerme, aquel que tiene la facilidad de hacerme reír cuando lloro o incluso llorar de la risa. No sé... Eras tan... Perfectamente imperfecto para mi.

Peque... Lo que debo hacer o no contigo es una incógnita constante. No soy capaz de irme del todo ni de quedarme como si nada. No soy capaz de olvidarme sin querer mirar atrás. No soy capaz de negarte que te quiero y que quizás algo en mi espera cualquier cosa por mínima que sea.  No soy capaz de evitar los momentos del día en los que me haces reír como nadie. No soy capaz de evitar que, cuando quieres, me haces realmente feliz.
Soy un caso perdido, lo admito. Mi razón por ti, tiende a cero. El corazón gana.
Quizás todo eso debería cambiar... O eso intenta pensar una parte de mi... Debe cambiar, solo puede ya ir a mejor, ¿no? Me siento perdida en mi misma como cada día e incluso llego a creer que correría cualquier distancia sólo para demostrarte que no nos hace olvidar.


¿Sabes? Me aterra que llegue nuevamente la madrugada, lo único que consigue es morderme la herida un poco más, tan solo parece que yo te esperaba sin saber si vendrías, o si en vez de venir, irías a parar a alguna otra parte; a cualquier otra boca. Tan solo me da 
por pensar mil cosas como que cuando dejemos de intentar sobrevivir al domingo y cuando la lluvia nos moje sin calarnos, y ya la distancia no nos haga daño, y los sueños terminen antes de que despertemos, y no dediquemos insomnios, ni nos abriguemos de las madrugadas, y los inviernos no nos duren toda la vida, y amemos a alguien menos roto, y sepamos qué y cuándo, y la rutina no entre sin llamar a la puerta, ni tengamos la necesidad de ahogarnos menos, y los abismos seamos nosotros y nadie pueda salvarnos, y la herida escueza hasta quedarnos dormidos, y no le busquemos sentido a toda esta mierda, ni una salida, y cuando los atardeceres ya no nos parezcan bonitos, y ningunos labios puedan besarnos poemas, o recorrer nuestro cuerpo en busca de respuestas, y se nos pasen las horas volando, y nosotros andemos sin ir a ninguna parte, y abandonemos a la esperanza antes que ella a nosotros, y las catástrofes nos enamoren menos, y cuando el insomnio sea un recuerdo y las ojeras una fotografía, y los rostros y las sonrisas se nos acumulen, y tirarse en la cama sea nuestra forma de seguir. Cuando pase todo eso, y ya estemos perdidos, ojalá en ese mismo lugar a donde ningún camino conduce, haya llegado cualquier otra persona. 

Divago entre pensamientos como que vivir ha sido siempre un verbo relacionado con necesitar. Y necesitar siempre me ha recordado a ti. Empecé a temerle a la tormenta cuando supe que tal vez no debí haberme atrevido a naufragar contra tus brazos. Y, aun así, solo veo que la distancia de hoy será la cicatriz de mañana, marcándonos la mirada y alejándonos de nosotros mismos; haciendo de cada sonrisa un nuevo invierno, que dura lo que puede durar la ausencia de alguien. La necesidad constante de algo, como si fuese un latido, del que quizá dependemos mucho. Yo es que no tengo equilibrio si no me cogen de la mano. Así con todo. Así con todo en mi vida y ha pasado el tiempo, los meses han seguido pasando sin siquiera pararse a arreglar el estropicio en el que se convirtió mi vida y sigo sin saber cómo o cuándo superar la incapacidad que tengo para seguir adelante sin mirar hacia atrás. Será que atarnos a los errores que cometimos, o recordar a las personas que amamos, es mejor que enfrentar esa realidad. Quizás, no sé, puede que volvamos a tropezar con la misma piedra, o que seamos nosotros la piedra y no sepamos retirarnos a tiempo. No sabemos jugar de otra forma sino perdiendo. 
Terminando al principio, con un montón de esperanzas que nos decían que, esta vez, sería la última vez.

Y, bueno hay quien sigue creyendo que para tocar fondo hay que hundirse, pero quizá sólo haga falta no haber encontrado nunca la superficie. 

Hagamos el amor entre los escombros. Si es conmigo, piénsalo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario