1 de marzo de 2014

Odio y amor. Nosotros


Nuestra historia ya había comenzado cuando el primer “te odio” salió de mis labios. Ese odio a cómo me hacías sentir. Ese miedo a cómo me hacías feliz, a esa manera de hacerme vivir.


Tú, inocente o no, no tardaste en decirme “Pues del odio al amor solo hay un paso, valiente” Qué ingenuo. Aquel “Te odio” guardaba un sencillo, y a la vez temido, “Te quiero”.


Solo hicieron falta 180 días conociéndonos en la distancia y una pequeña locura de viajar donde vivías para que aquellas palabras fueran pronunciadas. ¿Quién comenzó? Tú.

Fuiste el primero en abrazarme mientras lloraba aquel 20 de Agosto y me aseguraste que lo nuestro no serían tan solo aquellos 8 maravillosos días que vivimos juntos en tu casa, en tu cama, en nuestros labios, en nuestros cuerpos. No sería tan solo eso y me dijiste que todo iría bien. Creo que fue la primera vez que sentí que sería verdad. Solo por ti. ¿Qué vino después? Un “Te quiero”. Tus labios fueron testigos de aquellas palabras y del beso tan sincero que vino después. Era una noche increíble de verano, éramos solo tú y yo y ya, entonces, nos empezó a sobrar mundo.

Fue allí, en aquel momento, donde temí lo que el tiempo traería consigo. Pero qué más daba, qué importaba. Estábamos juntos.

Aquella misma noche, unas horas después, mientras me aferraba a tu cuello te susurré: “No sé si es demasiado pronto o no, pero te quiero, y es lo más seguro que he tenido nunca en mi vida”. Y me callaste a besos.

Ese susurro, ese dichoso susurro fue un golpe demasiado fuerte para mí. La coraza en la que había protegido mi corazón se quebró. Aquel “Te quiero” que oí de tus labios me dejó expuesta por completo a ti. Te dejé ver todo mi caos, te di las llaves de mi pequeño mundo (o quizás ya hacía tiempo que te habías colado tú solo) y reconstruiste cada ruina a base de besos y sonrisas que parecían no tener fin. Y tú, sí, tú, me diste la oportunidad de ser yo quien te salvara de ti mismo y me convertí en “tu pequeño mundo”, “tu pequeña felicidad”, “tu vida”.

En aquellos días no necesitábamos nada más y esperé, me prometiste, me aseguraste y creí que nunca te irías de mi lado. Que siempre estarías ahí para mí.

Hoy te escribo 283 días después de que te marcharas de aquella manera tan inesperada, prometiéndome volver, prometiendo que me recuperarías y yo te prometí esperarte, seguir ahí cada día. Y yo, al menos, así lo hice,

Hoy te escribo aun sabiendo que jamás volverán esos días, nuestros días. Hoy te escribo aun sabiendo que tus labios ya son de otra. Hoy te escribo sin saber cómo o por qué, pero te escribo como tan solo a ti sé.



Quizás nunca fue pronto para decir “Te quiero”.

Quizás no es tarde para escribir “Te odio”.

Tan solo es un paso.

Tan solo es un fin.

Valiente.




No hay comentarios:

Publicar un comentario